Friday, September 4, 2009

Arquíloco de Paros

Soy un servidor del soberano Enialio
conocedor del amable don de las Musas
De mi lanza depende el pan que como,
de mi lanzael vino de Ismaro.
Apoyado en mi lanza bebo.

No me gustan los jefes altos de paso ágil
orgullosos de sus bucles y su afeitada a contrapelo.
Prefiero uno bajito, chueco, pero bien plantado
y lleno de coraje.

Siete cayeron muertos,
que alcanzamos a la carrera,
éramos mil los asesinos.

Un sayo ostenta hoy el brillante escudo
que abandoné a pesar mío
junto a un florecido arbusto.
Pero salvé la vida. ¿Qué me interesa ese escudo?
Peor para él. Uno mejor me consigo.

Todo depende de los dioses:
muchas veces levantan al hombre caído en la negra tierra,
muchas veces lo voltean y hasta al mejor parado lo tumban boca arriba:
y sobrevienen entonces las desgracias
y el errar sin medios y extraviado.

Corazón, corazón, agitado por penas sin remedio,
¡resurge!,
defiéndete de los malvados con tu pecho
plántate firmemente ante la emboscada de tus enemigos,
y ni, venciendo, te jactes ostentoso,
ni vencido, gimas postrado en tu morada.

Alégrate en la dicha y enójate en la desgracia,
no en exceso.
Conoce el curso de la vida humana.

Arquíloco de Paros

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